«Todos los programas de reeducación de maltratadores fracasan»
«Todos los programas de reeducación de maltratadores fracasan»
Lola Aguilar: nacida en Barcelona, se especializó en Pediatría en la Universidad Autonóma, acabó carrera en 1995. Desde ese año y hasta 2006, fue pediatra de Atención Primaria. Ahora está en excendencia, y desde 2006, es directora técnica del Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de Mujeres Maltratadas, dependiente de las Federación de Mujeres Separadas.
Dolores Aguilar, Lola, tiene un tono de voz apacible que contrasta con la gravedad de las situaciones a las que se enfrenta a diario en el Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de las Mujeres Maltratadas, en Madrid. Es la directora técnica desde 2006, año en el que dejó en segundo plano su profesión: la Pediatría. Aguilar tiene fe en lo que hace, pero asegura que el fin de la violencia de género aún tardará en llegar. La pasada semana ofreció una conferencia en Oviedo sobre el síndrome de alienación parental, invitada por la Asociación de Abogadas para la Igualdad.
-¿Qué fines persiguen en el centro?
-Hacemos un trabajo de atención integral para las mujeres e hijos que son víctimas de violencia de género. Tratamos de recuperar en todos los aspectos a una víctima de maltrato (en el psicológico, en el jurídico, en el formativo), ayudarle a que consiga los recursos que necesita para su independencia económica, como un empleo o una vivienda. Y eso requiere una intervención larga de 18 meses.
-¿Es el tiempo que necesita una mujer para rehacer su vida?
-Es el promedio. Cada caso es diferente, hay mujeres que con 15 meses o 12 ya están preparadas para salir y otras necesitan 22.
-¿Por qué decidió ayudar a las mujeres maltratadas?
-Porque creo en el proyecto del centro, es un centro pionero y único a nivel estatal y del sur de Europa. Creo en el programa, en la atención integral. Y asumí la dirección para complementarla en lo posible con una asistencia a las víctimas menores de edad.
-¿Por qué es pionero y único?
-El centro se inauguró en 1992, entonces había casas de emergencia que tenían a la mujer entre uno y tres meses, porque sólo querían salvarlas del momento puntual del riesgo de su vida, pero no se intervenía sobre ellas. Entonces, el centro elaboró un programa basado en el tratamiento desde la intervención profunda, para evitar que la mujer pudiera volver con el maltratador.
-¿Lo consiguen?
-La mayoría. Tenemos una excelente estadística: casi el 80% de las mujeres salen recuperadas, o sea que tienen todos los recursos que evitarían una nueva relación de maltrato y salen con una posibilidad de vida independiente en el campo emocional, social y económico.
-¿Con qué necesidades llegan al centro?
-Lo primero que necesitan es sentirse seguras. Ellos no saben nunca dónde están. La ubicación real del centro se mantiene en el anonimato. Y esa tranquilidad de que él no les puede hacer daño y tampoco a sus hijos es fundamental. No podríamos empezar ningún tratamiento terapéutico si ella se siente en peligro. Segundo, apoyo psicológico.
-¿Toda mujer puede ser víctima de malos tratos?
-Toda. Por el hecho de ser mujer, la sociedad, que está diseñada para y por lo hombres, hace que sea vulnerable al maltrato. Tiene un estatus de desigualdad respecto al hombre, porque todos sabemos que en el ámbito laboral la mujer cobra menos por el mismo trabajo y en la política está menos representada. Ese papel de inferioridad le lleva en la relación de pareja a tener menos posibilidades de desarrollarse como persona y estar más limitada.
-¿Las mujeres que acuden al centro provienen de un mundo desestructurado?
-Para nada. En nuestro centro se refleja perfectamente aquello que vemos en la sociedad. No hay diferencias en la clase social, porque sólo por el hecho de ser mujer podemos ser maltratadas. Tenemos todo el abanico de clases sociales y no establecemos ese sesgo que hacen muchos recursos de asistencia a mujeres, que si tienen un nivel económico o académico alto ya no ingresan.
-¿Y los agresores, de dónde provienen?
-Hemos tenido una mujer cuyo marido era profesor universitario de Ética. Está condenado y le han prohibido todo contacto con su mujer y niñas, a las que también maltrataba. Hay agresores en todas las clases sociales, la más frecuente es la relacionada con los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, policías, guardias civiles, militares...
-¿Las usuarias vuelven a encontrar la paz?
-Sí.
-¿Y a tener pareja?
-Sí, en todo caso ellas deciden vivir según su criterio, la libertad que ejercen es total. El hecho de que vuelvan a vivir en pareja no quiere decir que estén más o menos recuperadas. Lo que prima es que sean libres.
-Pero la violencia de género persiste. ¿Cuáles son los pasos correctos para acabar con ella?
-El principal es que la justicia funcione. Lo que vemos con muchas mujeres que viven en el centro es que a nivel judicial sufren un segundo maltratato, en ocasiones no se las cree, se absuelve al maltratador, se les deniega órdenes de protección, a pesar de que son víctimas de violencia. Nosotros hacemos una evaluación exhaustiva para saber que lo son. A veces quien juzga esta situación minusvalora lo que les ha pasado. Debería aplicarse la ley de forma estricta y no lo hacen los jueces.
-¿La justicia debería ser también más rápida?
-Más Rápida, pero no tan inmediata. Juicios en menos de diez días como están queriendo poner ahora tampoco son justos, porque las mujeres tienen un bloqueo emocional muy intenso y no pueden poner en orden todo lo que han pasado en tan poco tiempo. Juicios a los diez días no pueden ser, tampoco a los cinco años. Pero lo que es muy grave es que jueces y juezas apliquen su propia ideología a la hora de juzgar.
-¿En qué sentido?
-Piensan algo tan simple como que cualquier niño necesita un padre y una madre y están dando visitas y regímenes de comunicación muy amplios e incluso custodias a hombres que maltratan, porque la idea idílica de que todo menor necesita un padre está bien si es un buen padre, pero no si es un padre maltratador. La ley permite en caso del maltrato suspender las visitas.
-¿Un niño que vive en una casa donde hay maltrato tiene más posibilidades de convertirse en un agresor de mayor?
-Claro, está estudiado. Pero es que además de ese efecto a largo plazo, está el inmediato: son niños que tienen mucha ansiedad, baja autoestima, niveles de depresión altos, son asustadizos, padecen estrés postraumático. Son niños que ya sufren la violencia, no hay que esperar a que sean adultos para ver esas alteraciones.
-¿Pero están ya condenados a seguir el modelo de su padre?
-Hay un factor de predisposición si han vivido la violencia, pero luego es voluntario seguir ese camino.
-¿Cuándo se quita la careta un agresor?
-La violencia va creciendo en intensidad. Ya en el noviazgo, si la mujer tiene las pautas claras, lo podría ver. Un novio que quiere conquistar controlando, que quiere saber dónde estás permanentemente, que te controla la forma de vestir, que te limita estar con la familia, te está cambiando. Y muchas adolescentes lo malinterpretan, no lo ven como signos de un futuro agresor. Luego, la violencia se va incrementando cuando hay un compromiso más formal, como un embarazo o un matrimonio.
-En Gijón hay un centro de atención a mujeres maltratadas. ¿Es suficiente?
-Con uno por comunidad, vale. La traba de ese centro, que es algo que no entendemos, es que todo el mundo sabe dónde está. No se tiene ninguna medida de seguridad para evitar su conocimiento, y eso deja en una indefensión a las mujeres maltratadas. No facilita que se puedan recuperar cuando el agresor puede llegar a la puerta del centro. De hecho somos conscientes de que muchos agresores lo hacen, amenazando a las mujeres y a las profesionales.
-¿Un maltratador se rehabilita pasando por la cárcel?
-Esto no es opinable. Los hechos demuestran que los programas psicoterapéuticos, de reeducación de maltratadores, fracasan todos, y dicho por los propios autores. Ven que no disminuye la violencia, al contrario. Cuando el maltratador, muchas veces, acaba el programa de reeducación, lo que cambia es la forma de maltratar. A lo mejor pasan de un maltrato físico a uno psicológico.
-¿Hay que temer su vuelta a la calle?
-No queremos la cadena perpetua, porque la sociedad española es muy garantista y las cárceles están para reinsertar, pero tenemos que pensar que pasando por la cárcel no se recuperan. Deberían haber medidas de protección amplísimas para las mujeres, a quienes ellos obsesivamente vuelven a buscar.
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